martes, enero 08, 2008

El tirador de línea

¿Que a quién le dan pan que llore?
Al PRI y al PRD. Florestán

El pasado 28 de agosto, en una entrevista de radio en Puebla, Andrés Manuel López Obrador arremetió contra uno de sus blancos recurrentes, la mesa de Tercer Grado, a cuyos participantes disparó su calificativo favorito, “mentirosos”, y afirmó que no es su estilo tirar línea.

“Yo no soy cacique”, dijo, “yo no doy instrucciones, yo no doy órdenes”.

Sin embargo, aquella declaración quedó anulada por sus instrucciones.

Uno de los casos más sonados fue el de la instrucción de “cero negociaciones”, que llevó a desencuentros con una mayoría de la bancada del PRD que ha negociado; la otra, en la misma línea, fue cuando llamó en forma reiterada a esos mismos legisladores a votar contra la reforma fiscal, emplazándolos a tomar la tribuna para evitarlo. Incluso los visitó en el Congreso para reiterarles la línea: no a la propuesta fiscal del presidente Calderón, que fue aprobada con los votos de sus mismos diputados y senadores, lo que produciría otro reclamo posterior, cuando les volvió a instruir para votar contra el Cofipe y la desaparición de las coaliciones, calificando de “simulación” el votar a favor en lo general y en contra en lo particular, como habían hecho con la fiscal.

En medio de este proceso avanzó en el control del relevo de la dirigencia nacional del PRD y el que no daba línea la dio al pronunciarse públicamente por la candidatura de Alejandro Encinas, que él mismo dejó como relevo en el Gobierno del Distrito Federal a su salida.

No era la primera vez que lo hacía: ya había impuesto hace cuatro años a Leonel Cota en la presidencia del CEN perredista y al dirigente del capitalino, Martí Batres, y su candidato al gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Ahora quiere que Cota sea el coordinador del Frente Amplio Progresista, que tiene Jesús Ortega a pesar de que ya se venció su mandato, pero AMLO lo quiere sostener hasta marzo, cuando Leonel termine su dirigencia partidista.

Esa misma línea que no da, la volvió a tirar a la propuesta de Carlos Navarrete de hacer un solo partido sobre las estructuras del PRD, PT y Convergencia, lo que de nuevo Andrés Manuel rechazó y se congeló la iniciativa.

En el caso de las reformas, la línea de “cero negociaciones” está en su negación a la Presidencia de Calderón y en el no a las alianzas y sí al partido único, porque altera su proyecto hacia la presidencia en 2012.

La misma línea, negada pero cierta, la estableció al empujar al ministro Genaro David Góngora Pimentel como presidente del IFE, “o él o ninguno”, advirtieron los suyos.

En fin, que su declaración de no tirar línea ni dar instrucciones es sólo una declaración que no tiene nada que ver con su ejercicio de tirar línea y dar instrucciones.

En caso de duda preguntar en el PRD.

Joaquín López-Dóriga

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El fracaso del Pejeazteca: que quede registro


Un martes como el de hoy, pero del año pasado, comenzó a transmitirse un extraño programa de televisión destinado al fracaso. Para, según él, empezar a romper el “cerco informativo”, Andrés Manuel López Obrador le compró a Tv Azteca 30 minutos los martes a la una de la mañana. Cincuenta y dos emisiones después, con la cara deslucida de quien saca a la calle una bolsa de basura al anochecer pensando que nadie volteará a verlo, López Obrador y los productores de La verdad sea dicha comunicaron el final de esta fallida ocurrencia.

Que quede registro de su rotundo fracaso. No sólo por el rating, que en la mayoría de los minutos de las 52 emisiones fue de un cero bien redondo, sino por la incapacidad que demostró para hacer algo llamativo en televisión: nunca dieron una nota ni pusieron al aire algo que se comentara a la mañana siguiente; no aportaron una idea novedosa en el discurso, la producción, la crítica, el debate, el humor.

Fue una calamidad de principio a fin que, según el “gobierno legítimo”, costó unos 11 millones de pesos en tiempo/aire, más (calculo) cuando menos otro millón en gastos de producción. Es decir, La verdad sea dicha le costó al ciudadano, vía impuestos, vía el presupuesto del PRD, unos 12 millones de pesos. Un robo el que nos hicieron. Pero si el dinero salió del bolsillo de lopezobradoristas que lo depositaron en la cuenta de la “resistencia civil”, el escándalo es mayor. ¿Ese es el destino que se le está dando a los donativos de buena fe?

López Obrador no se hizo cargo de este nuevo fracaso. Dijo que el programa terminaba debido a causas “ajenas a nuestra voluntad” y por “los cambios en las disposiciones oficiales”.

Como el Peje, el Pejeazteca tampoco falló ni se equivocó.

Ciro Gómez Leyva

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